De todos modos, un Expomanga -y ya hemos superado la decena- más ha pasado y da la impresión que el evento pudiera seguir adelante, aunque sea con menos tiendas y su entrañable caos organizativo. Bueno, igual no tan entrañable.
Qué queréis, a mí me sigue pareciendo autobombo, como poco.
Precisamente, si este blog fuera más seguido (culpa mía, que le doy más importancia al "cara libro"), igual rajaría a lo largo y ancho sobre la organización, el público, los invitados, los premios, la organización... ¿he repetido organización? Da igual. Pero me dan acreditaciones todos los años, así que tampoco voy a morder la mano que me da de comer... acreditaciones.
No obstante, este año, aparte de ver a viejos amigos, otros no tan viejos, acudir a mesas redondas, hacer de jurado, no sacar fotos (otro defecto, como el de no actualizar el blog), también me dio tiempo a acudir a un concurso de monólogos frikis, y ganarlo. No es Paramount Comedy, pero cuando el jurado tenía la mitad de mi edad, también tiene su mérito.
He aquí, recordado de memoria, lo que dije en su momento:
El
manga y el anime son para jóvenes. Y se sabe que es para jóvenes
cuando el noventa por ciento de las historias empiezan así: “José
Luis era un corriente alumno de instituto de Tokio, cuando de
repente...”. Vale, puede que no sea exactamente así ¡hace tanto
que dejé el instituto!
Pero
una vez que están en el instituto empiezan a pasarles cosas raras.
Cosas raras como que por ejemplo, un chaval que no levante un palmo
del suelo se acerque y te diga: “señor, se ha producido un
asesinato, el asesino es ese, y le mató cortándole la cabeza con un
ancla...”. ¿Y qué haces tú en ese momento? Pues decirle, muy
despacito para que no se ponga nervioso, “claro, claro, chavalín,
ahora quédate ahí sentadito mientras llamo a la Policía”. Porque
no sé vosotros, pero un niño hablando de asesinatos con anclas muy,
muy normal no me parece.
Y a
todo esto, ¿cómo es posible que nadie se haya dado cuenta de una
cosa? Si cada vez que ese niño va a un lado hay un muerto, con gente
distinta, en lugares distintos, y lo único que no cambia es él...
¡coñes, es que él es el asesino! Luego convence a alguien para que
se declare culpable... ¡así cualquiera!
Pero
sigamos con los jóvenes. Otra cosa que hacen los jóvenes en Japón
es jugar al fútbol. Pero no jugar al fútbol como lo hacíamos
nosotros, que le dábamos patadas a todo hasta meter gol, y entonces
los otros salían corriendo detrás diciendo que no, seño, que no
vale. No; el fútbol en Japón es distinto; antes el delantero iba
siempre sólo, levanta la pierna, la mantiene en el aire... piensa en
los rivales, en sus compañeros, los entrenamientos bajo la nieve, su
madre.. y unos cinco minutos después, cuando todo el mundo se ha
dormido, tira a puerta y claro, gol. El portero siempre intentaba
disculparlo diciendo que no, ha sido el tiro del tigre y no sé
qué.... Tío, que te has quedado dormido, reconócelo. No es malo, a
mí también me pasaría, pero que te has dormido.
Sin
embargo, ahora no, ahora el delantero sigue llegando solo a la
portería, pero ahora, ¡invoca un dragón azul ascendente mirando a
Cuenca que coge el balón con los dientes, remonta hasta las nubes y
se lanza contra el portero! y entonces, el portero ¡saca un
superescudo irrompible de titanio divino del tamaño de un tanque!
¡el dragón choca contra el escudo, pero se rompe, y gol...!
Ante
estas cosas, uno sólo puede pensar una cosa: ¿qué se han tomado
los espectadores?
“Tío,
¿lo has visto? ¡el niño ha invocado un dragón azul ascendente
mirando a Cuenca que ha cogido el balón con los dientes!”
“¡Sí,
tío! ¡Y el portero ha sacado un superescudo irrompible de titanio
divino, que ha chocado con el dragón y se ha roto!”
Pero
si lo hemos visto: el chaval ha tirado casi sin querer y el portero
se ha apartado para que no le diera. Me dan ganas de decirles: “¿veis
a ese niño de ahí que habla de muertos y anclas? pues iros con él
un rato a haceros compañía”.
Sin
embargo, la prueba más evidente de que el manga y al anime son para
jóvenes es que cuando ahora veo a un chico de 12 años diciendo:
“señor, señor, yo puedo salvar al mundo jugando al fútbol con
mis amigos...” Lo primero que me sale es: “sí, sí, niño.
Ahora, que venga tu padre y me lo cuente.”
Muchas
gracias.
Pues eso, que muchas gracias por seguir leyendo (espero).